T r u m a n   C a p o t e

U n   m i r l o   m u e r t o   e n  A l a b a m a


p o r   M a r t í n   H u e r t a

 

 

 

 

Martín Huerta es fotógrafo, escritor, encargado cultural del condenado a muerte diario "La Nación" y amigazo nuestro.  Dentro de su abultada vida de bohemia, cultura, mundos recorridos, trasnochados y visitados en la alucinogenia de su cámara fotográfica, conoció al gran iconoclasta Truman Capote.  Este es un breve relato sobre este escritor y su encuentro en la gran manzana.

 


 

 

 

Entremedio de dos guerras en el sur profundo de los Estados Unidos, fue parido "Buddy", hijo de Lillie Mae Faulk, una bella niña-mujer de 16 años y de un hombre de vida estrafalaria llamado Arch Persons.  Era septiembre 30 de 1924.  Este matrimonio duró lo que dura una flor.  Lillie, su madre ambicionaba una carrera universitaria y se marchó hacia Nueva York.  Truman Strekfus Persons, o sea "Buddy", luego que también desapareció su padre, pasó al cuidado de una prima medio tullida de pelo cano y con un corazón generoso llamada Sook Faulk en Alabama, quien le enseñó que todo lo que acontecía en el mundo era por voluntad divina.

 

Era la vida en un pequeño pueblo llamado Monroeville, en el sur profundo de los Estados Unidos.  Transcurridos ocho años de ausencias, Lillie ató lazos nupciales con un muchacho de origen cubano llamado Joseph García Capote, de quien, más tarde, Truman adoptó su apellido.  Era plena época de la depresión en ese país y la vida de Truman transcurría con apreturas económicas y una gran carencia del amor de sus padres lo que le fue formando una personalidad difícil y controvertida.  El muchacho se contentaba con escribir, bailar, observar a las gentes y ansió tener un rifle.  No bien lo tuvo, disparó a un mirlo, desgraciadamente con certera puntería y cuando lo hubo hecho, le sobrevino una gran nausea existencial.

 

Publicó su primer libro en 1948: Otras voces, otros ámbitos, con una excelente crítica, lo que lo acercó a las ligas mayores.  New York.  Una vez llegando a "la gran ciudad", comenzó a trabajar en la revista The New Yorker y se declaró genio.  Luego, en 1959 escribió su novela reportaje top A Sangre Fría donde narra el asesinato de la familia Clutter de Holcomb, un pueblito de Kansas.  Un campesino, su esposa y dos hijos, son masacrados por un par de asesinos, Perry Smith y Dick Hitckock.  Truman Capote, su nombre definitivo, los visitó en la cárcel, se ganó las confianzas y reconstruyó el itinerario del crimen.  Cuando fueron condenados a la horca, ambos, en señal de amistad, legaron las pertenencias de sus celdas a Truman y le pidieron asistir a su ejecución.  La vida de Capote transcurrió principalmente en New York, ciudad que desde su llegada lo cautivó y donde ofició además como periodista y formó parte de la elite cultural de La Gran Manzana.  Entonces, desde otros púlpitos disparó contra las personas ahora, con su lengua y su pluma, convirtiéndose en el mayor chismoso que la ciudad de New York recuerde.

 

 

 

New York...¡Quien no conoce New York, no conoce el mundo!

 

En la gran urbe se aprende a vivir...Desde que se contempla la Estatua de La Libertad hasta que uno se adentra a la magia de la Quinta Avenida o en el Greenwich Village hay todo un universo que envuelve y arrebata:  las luces de las marquesinas de Broadway, las espaciosas galerías de arte en la calle 57, el rápido caminar de los ejecutivos de Wall Street, los personajes callejeros "sui generis" de la calle 42, las calles bravas del lado West, el ruido del Metro, los crujientes pretzels de las esquinas, las bellezas de Tiffanys, la moda de las tiendas Saks, las celebridades que se dejan ver por Lexington Avenue, Carnegie Hall, el Madison Square Garden, todo es Nueva York... no faltan el Bronx, Harlem y Brooklyn, contrastante, latino, negro, multicultural, infinitas lenguas en una Babel moderna, culturas y religiones diversas, mezquitas y sinagogas, catedrales y templos, incienso y smog, vegetación y condominios, motonetas y limusinas, comidas y bailes, langostas y tacos, country y merengue, desfiles y protestas, el Grand Central Park donde los artistas muestran el producto de su talento, barrios y comunidades, edificios en ruinas, el MOMA, los jardines en cada rascacielo, el célebre Studio 54 y el desenfreno de cada noche, las fiestas en el Hotel Plaza, los "sin casa" que merodean pero que no ofenden... Pieles y harapos... ¡Nadie pierde su identidad en New York!  En New York nada falta.

 

 

 

Truman Capote, un iconoclasta cabal, ignoró las reglas protocolares, dispuso a su amaño de la vida de muchos, ignoró a otros tantos, quien aparecía en sus columnas sociales y chismosas y mediáticas, conocía la gloria, en suma, sus ocurrencias eran palabra bíblica para la sociedad neoyorkina de los '70.

 

A Truman Capote lo conocí inmerso en la ancha cultura de esa década, en 1976, y mostró vivo interés en saber cómo era la vida artística y cultural en un país del Tercer Mundo.  Le hablé de Violeta Parra y su carpa de circo remendada, de su muerte cósmica, del canto nuevo, de Patricio Manns, de Pedro Messone, del grupo Amerindio, del Teatro Aleph y de la entera y vibrante década del '60 en Chile, donde los artistas vivíamos para ser felices.  Vivíamos de poesía...  Quiso saber cómo fue la sociedad chilena bajo un régimen marxista y como transcurrió después la vida bajo el mando de un general dictador.  Esta interacción informativa por el lapso  de, creo, unos seis meses, aparentemente para ser presentado a The New York University.  Nos juntábamos diccionario en mano en las aulas de la universidad, también en un antiguo bar de Broadway donde solía acudir Joe Louis y otras grandes figuras del deporte.  Había veces que nos reuníamos también con Rajú, un venerable y sabio discípulo de Mahatma Gandhi.  En ese ínterin y a través de Truman conocí a Liza Minelli, Rudolf Nureyev y a otras personalidades, ante quienes se refería de mí, jocosamente, como un "fotografillo del Tercer Mundo", para luego terminar invitándonos a las fiestas del jet set mundial en el legendario Studio 54.

 

Finalmente, Truman Capote, preso de las drogas, el alcohol, la promiscuidad y en medio de sus desvaríos intelectuales, muere en Los Ángeles, California, el 25 de Agosto de 1984 con la pena insuperada de haberle disparado a un mirlo en la lejana Alabama de su infancia.

 

P/S:  Si Truman Capote hoy estuviera vivo, le diría que culturalmente, el "Shile" de hoy, pertenece al quinto mundo...

 

Martín Huerta junto a Truman Capote