E L   M O D E R N I S M O


p o r   O s v a l d o   U l l ó a   S á n c h e z .

 


El Modernismo es el primer movimiento literario hispanoamericano que logró traspasar las fronteras, formar escuela y obtener la aprobación general.

 

El Modernismo representa un salto en el logro de consolidar una literatura propia que por su calidad y profundidad fue capaz de motivar la reflexión sobre nuestra realidad, sobre nuestros anhelos y la ubicación con respecto a las letras europeas.

 

Es importante destacar que las ideas del modernismo siguen teniendo vigencia.  Por ejemplo, todo aquel interés por lo exótico y el esoterismo hoy sigue siendo una preocupación de algunos sectores sociales y a nivel de las ideas políticas se vislumbra lo que será un germen del pensamiento que propicia la autodeterminación de los pueblos latinoamericanos.  También están presentes en este movimiento el humor y las preocupaciones existenciales sobre el sentido de la vida, la muerte, el destino y otros temas trascendentes

 

LA PALABRA "MODERNISMO"

 

Es en Chile en 1888 cuando Rubén Darío escribe un artículo en la Revista de Artes y Letras, allí al referirse al escritor mexicano Ricardo Contreras, alaba su absoluto modernismo en la expresión.  Más adelante usará el término "modernismo" para designar la tendencia poética renovadora de un sector de escritores de Hispanoamérica y que se opone a la tradicional literatura que había caído en fórmulas vacías carentes de expresión.

 

El término "Modernismo" es utilizado para designar una verdadera revolución literaria  levada adelante por Rubén Darío y que tuvo notables continuadores.  "Modernismo" va a ser sinónimo de expresión individual, de libertad y anarquía en el arte.

 

El "Modernismo" va a ser un movimiento literario que se puede situar como una proyección del simbolismo francés (Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, etc) y como el antecedente de las corrientes de vanguardia (Huidobro, Borges, Neruda, Vallejo).

 

Muchos ingredientes y corrientes literarias influyeron aportando algo al naciente movimiento modernista.  El romanticismo, el parnasianismo, el simbolismo y el impresionismo fueron algunas de las influencias que han detectado los críticos de este movimiento; que sería el primer movimiento propiamente hispanoamericano.  Antes del modernismo América Latina se había limitado a copiar malamente las corrientes europeas de moda, las cuales -por serle extraña nuestra realidad- no lograban llegar a la madurez de un movimiento cultural propio.  El Modernismo va a terminar con esta situación y va a mostrarle al mundo que América Latina no es únicamente un continente exportador de materias primas,  sino que es una comunidad que es capaz de proyectarse a un nivel universal espiritual y culturalmente.

 

Dejando claro que el Modernismo es un movimiento literario que se define por su complejidad y la pluralidad de sus manifestaciones, con un propósito metodológico se pueden enumerar algunas de sus características:

 

1.-  El Modernismo tiene un carácter rebelde frente a la vulgaridad y el mal gusto del ensoberbecido burgués.  Esto se puede apreciar muy bien en el cuento El Rey Burgués de Azul de Rubén Darío.  El poeta no es comprendido por el burgués y queda marginado de su corte.  También lo erótico y los temas atrevidos del Modernismo van a herir la cursilería burguesa.

 

2.-  El poeta modernista quiere participar en la plenitud histórica que hasta entonces había sido negada a los hispanoamericanos.

 

3.-  Al hablar de los poetas modernistas hay que analizarlos individualmente y no se pueden generalizar sus ideologías y experiencias.  En Rubén Darío hay un rechazo al mundo burgués, pero este rechazo está teñido por un deseo de una vuelta atrás a la etapa de la España Imperial y Católica que ordenaba claramente al mundo.  Por el contrario, la posición de José Martí es un rechazo al imperialismo español y norteamericano y busca la comunidad latinoamericana en proximidad a los ideales bolivarianos.  El pensamiento de Martí será de vital importancia para la Cuba revolucionaria.

 

4.-  A nivel de la estructura de los versos y de la prosa poética hay una gran ruptura con la tradición.  El modernismo comenzará a utilizar el verso libre, es decir, el que no está sujeto ni a rima ni a métrica.  Es esta libertad en la forma de escribir la que explica que el Modernismo sea precursor de la poesía conversacional y de la antipoesía.

 

5.-  Como toda corriente que revoluciona el modo de escribir anterior, el Modernismo va a modificar el lenguaje, el léxico, introduce palabras que eran consideradas como no poéticas; introduce también galicismos y latinismos así como arcaísmos.

 

6.-  Interés por lo exótico.  El Modernismo de Darío contiene abundantes poemas relacionados con el oriente, lo raro, con religiones de otras culturas.  Están presentes los imperios asiáticos, las culturas precolombinas, la India, etc.

 

7.-  El Modernismo es cosmopolita y en esto se opone al regionalismo estrecho en que había caído la literatura hispanoamericana.  Darío y Martí fueron constantes viajeros que estuvieron en los centros de la cultura de su época y compartieron con intelectuales ilustres.

 

8.-  En lo que respecta al temple anímico en Darío hay un claro predominio de un pesimismo.  En Martí hay un rescate de la vida cotidiana, del amor por su hijo Ismaelillo y de un patriotismo que ve la dignidad de un pueblo que sólo es obtenida a través del proceso de liberación.

 

9.-  Un crítico ha dicho que el poema modernista quiere pintar y hacer música con las palabras.  En este aspecto es discípulo directo de los parnasianos y, sobre todo, de los simbolistas.

 

10.-  Algunos investigadores consideran que el Modernismo fue un movimiento que fue más allá de la poesía e invadió la novela, el teatro, la pintura y, también, tuvo expresión ideológica en un latinoamericanismo.

 


A L G U N O S   P O E M A S 

M O D E R N I S T A S


 

LO FATAL

A René Pérez


 

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor del ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

 

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror...

 

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adonde vamos,

ni de dónde venimos!....

 

Rubén Darío

(Los Cisnes y otros poemas)


 

 

CAUPOLICÁN

A Enrique Hernández Mirayes


 

Es algo formidable que vio la vieja raza:

robusto tronco de árbol al hombro de un campeón

salvaje y aguerrido, cuya fornida maza

blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

 

Por su casco sus cabellos, su pecho su coraza

pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,

lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,

desjarretar un toro, o estrangular un león.

 

Anduvo, anduvo, anduvo.  Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuesta del titán.

 

“¡El Toqui, el Toqui!” clama la conmovida casta.

Anduvo, anduvo, anduvo.  La aurora dijo : “Basta”,

e irguiose la alta frente del gran Caupolicán.

 

Rubén Darío, 1888.

(Azul)


 

 

BANQUETE DE TIRANOS


 

Hay una raza vil de hombres tenaces,

de si propios inflados, y hechos Todos,

Todos del pelo al pie, de gorra y diente;

y hay otros, como flor, que al viento exhala

en el amor del hombre su perfume.

 

Como en el bosque hay tórtolas y fieras

y plantas insectívoras y puras

sensitivas y clavel en los jardines.

 

De alma de hombres los unos se alimentan;

los otros su alma dan a que se nutran

y perfumen su diente los glotones,

tal como el hierro frío en las entrañas

de la virgen que mata se calienta.

 

A un banquete se sientan los tiranos

pero cuando la mano ensangrentada

hunde en el manjar, del mártir muerto

surge una luz que les aterra, flores

grandes como una cruz súbita surgen

y huyen, rojo el hocico, y pavoridos

a sus negras entrañas los tiranos.

 

Los que se aman a sí, los que augusta

razón a su avaricia y gula ponen;

los que no ostentan en la frente honrada

ese cinto de la luz que en el yugo funde

como el inmenso sol en ascuas quiebra

los astros que a su seno se abalanzan;

los que no llevan del decoro humano

orando el sano pecho; los menores

y los segundones de la vida, sólo

a su goce ruin y medro atentos

y no al concierto universal.

 

Danzas, comidas, músicas, harenes,

jamás la aprobación de un hombre honrado.

 

Y si acaso sin sangre hacerse puede,

hágase... Clávalos, clávalos

en el horcón más alto del camino

por la mitad de la villana frente.

 

A la grandiosa humanidad traidores,

como implacable obrero

que en féretro de bronce clavetea,

los que contigo

se parten la nación a dentelladas.

 

José Martí

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

AL BUEN PEDRO


 

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras

porque tras mis orejas el cabello

en crespas ondas su caudal levanta:

¡diles, bribón, que mientras tú en festines,

en rubios caldos y fragantes pomas,

entre mancebas del astuto Norte,

de tus esclavos el sudor sangriento

torcido en oro, descuidado bebes;

pensativo, febril, pálido, grave,

mi pan rebano en solitaria mesa

pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo

de libertad de su infortunio al siervo

y de tu infamia a ti.  Y en estos lances,

suéleme, Pedro, en la apretada bolsa

faltar la monedilla que reclama

con sus húmedas manos el barbero.

 

José Martí.


 

 

A ROOSEVELT


 

¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,

que habría de llegar hasta ti, Cazador!

¡Primitivo y moderno, sencillo y complicado,

con un algo de Washington y cuatro de Nemrod!

 

Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

de la América ingenua que tiene sangre indígena,

que aún reza a Jesucristo y aún habla en Español.

 

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;

eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoi.

Y domando caballos, o asesinando tigres,

eres un Alejandro-Nabucodonosor.

 

(Eres un profesor de energía,

como dicen los locos de hoy)

 

Crees que la vida es incendio,

que el progreso es erupción;

en donde pones la bala

el porvenir pones.

 

No.

 

Los Estados Unidos son potentes y grandes.

Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor

que pasa por las vértebras enormes de los Andes.

Si clamáis, se oye como el rugir del león.

 

Ya Hugo a Grant lo dijo: "Las estrellas son vuestras"

(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol

y la estrella chilena se levanta...).  Sois ricos.

Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;

y alumbrando el camino de la fácil conquista,

la libertad levanta su antorcha en Nueva York.

 

Mas la América nuestra, que tenía poetas

desde los viejos tiempos de Netzahualcoyolt,

que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,

que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;

que consultó los astros, que conoció la atlántida.

cuyo nombre nos llega resonando en Platón,

que desde los remotos momentos de su vida

vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,

la América del grande Moctezuma, del Inca,

la América fragante de Cristóbal Colón,

la América católica, la América española,

la América en que dijo el noble Cuatemoc:

"Yo no estoy en un lecho de rosas", esa América

que tiembla de huracanes y que vive de amor;

hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.

Y sueña. Y ama, y vibra: y es la hija del sol.

Tened cuidado.  ¡Vive la América Española!

¡hay mil cachorros sueltos del León Español!

Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,

el Riflero Terrible y el fuerte Cazador,

para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y pues, contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

 

Rubén Darío

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

METEMPSICOSIS

*Teoría de la trasmigración de las almas (reencarnación)


 

Era un país de selva y amargura; un país con altísimos abetos,

con abetos altísimos, en donde

ponía quejas el temblor del viento.

Tal vez era la tierra cimeriana

donde estaba la boca del infierno,

o la isla que el grado ochenta y siete

de latitud austral, marca el lindero

de la líquida mar; sobre las aguas

se levantaba un promontorio negro,

como el cuello de un lúgubre caballo,

de un potro colosal, que hubiera muerto

en su última postura de combate,

con una hinchada nariz humeando al viento.

 

El orto formidable de una noche

con intenso borrón manchaba el cielo,

y sobre el fondo de carbón flotaba

la alta silueta del peñasco negro.

Una luna ruinosa se perdía

con su amarilla cara de esqueleto

en distancias de ensueño y de problema;

y había un mar, pero era un mar eterno,

dormido en un silencio sofocante

como un fanático animal enfermo.

Sobre el filo más alto de la roca,

ladrando al hosco mar estaba un perro.

 

Sus colmillos brillaban en la noche

pero sus ojos no, porque era ciego.

Su boca abierta relumbraba, roja

como el vientre caldeado de un brasero;

como la gran bandera de venganza

que corona las iras de mis sueños;

como el hierro de un hacha de verdugo

abrevada en la sangre de los cuellos.

Y en aquella honda boca aullaba el hombre,

como el sonido fúnebre en el hueco

de las tristes campanas de noviembre.

Vi que mi alma

con sus brazos yertos

y en su frente una luz, hipnotizada

subía hacia la boca de aquel perro,

y que en sus manos y sus pies sangraban

como rosas de luz, cuatro agujeros;

y que en la hambrienta boca se perdía,

y que el monstruo sintió en sus ojos secos

encenderse dos llamas, como lívidos

incendios de alcohol sobre los miedos.

 

Entonces comprendí (¡Santa Miseria!)

el misterioso amor de los pequeños

y odié la dicha de las nobles sedas,

y los prosapios con raíz de hierro;

y hallé en el lodo gérmenes de lirios,

y puse la amargura de mis besos

sobre bocas purpúreas, que eran llagas;

y en las prostituciones de tu lecho

vi esparcidas semillas de azucena,

y aprendí a aborrecer como los siervos;

y mis ojos miraron en la sombra

una cruz nueva, con sus clavos nuevos,

que era una cruz sin víctima, elevada

sobre el oriente de un incendio,

aquella cruz sin víctima ofrecida

como un lecho nupcial.  ¡ Y yo era un perro!

 

Leopoldo Lugones.