Dura ha sido
siempre mi mirada / carnada fatal mi palabra y mi silencio.
Imagen y palabra
Mauricio Sánchez Quezada es un fotógrafo
nómada que lleva en el oficio 23 años, tiempo durante el cual ha
conocido distintos lugares capturando aquellos breves momentos
que sólo el ojo del artista atento logra percibir. Ha dado
consistencia a una obra visual variada, parte de esta se llama
“retrato urbano” dedicada a la gente en situación de calle o que
trabaja en ella. Su cámara absorbe las angustias, las
esperanzas, la soledad, el compañerismo, el trabajo diario o la
ausencia de este. También nos permite ir con él en su
viaje para conocer a un ejército de músicos, artistas visuales y
performeros del underground nacional. En esa entrega que hace
con estoicismo se refleja él mismo, a mi parecer, una persona
sincera y de gran consecuencia con lo que piensa y plantea. Es
bueno encontrar a seres humanos así. De alguna manera, cuando
veo su trabajo fotográfico recuerdo el apodo que le colocaron
los indígenas Selknam a Martín Gussinde, el sacerdote salesiano
que fue parte y logró conocer más profundamente a las
comunidades indígenas australes, entregándonos un hermoso y
profuso registro en imágenes de ellas; lo llamaban “cazador de
sombras” ¡qué forma más poética y exacta de describirlo! Y creo
que el sayo bien le cae a Mauricio. La profundidad de sus
captos se pueden apreciar, por ejemplo, en una de las
fotografías contenida en este libro: una camioneta repleta de
cebollas; la textura de sus cáscaras se repite en los rostros de
un hombre y una mujer que se dirigen al mercado; él está casi
dormido sobre la carga y ella, en su expresión, lleva la vida
entera donde lo más esquivo es el dinero y el descanso.
50° grados sobre el asfalto
Entre calles
Humo, tinieblas
y monstruos metálicos
…
¡Cuánta alma!
¡Cuánta risa!
¡Cuánto llanto!
¡Cuánto ojo!
Y es el mismo ojo que aplica tras la lente de
la cámara el que vierte en sus poemas. Creo que la palabra
escrita de Mauricio Sánchez Quezada no podría desarrollarse sin
la imagen fotográfica.
Los poemas de Mauricio son un grito contra la
codicia, son un grito que destapa el cielo pletórico de luces y
fastidios. El autor es un gran crítico social que rehúye de las
convencionalidades con que una sociedad que odia lo tienta, como
a Simón del desierto, pero a diferencia del Estilita, Mauricio
va y se reúne con la gente, los espacios, las vidas reales,
alejado del ascetismo, inundado de humanidad.
El libro está dividido en dos cuerpos, tal
como indica su nombre. Las cartas desesperadas van todas
dirigidas a algún receptor convirtiéndose cada texto en una
historia… ¿historias personales, historias inventadas? la
certeza es que algunas son profundamente realistas y muy
descriptivas:
“Recuerdo tu fétido aliento navegando en mi
interior
y el violento sonido del catre en que nos
mecíamos
vil pasión, aquel día en que me miraste y te
mordiste los labios
la cajita de vino que con cuidado colocabas
bajo tu falda de cuero negro
…
o la madrugada en que luego de bebernos el
Coñac, en tu sitio
eriazo preferido,
me dijiste que me amabas”
(Carta de un reo desesperado a “Marylú”)
Nada que explicar, es lo que se describe.
Los poemas viajan por otras esquinas,
diversas. Hay dos dedicados a Dichato golpeado por el terremoto
del 2010. Conocí esa ciudad, al lado del agua calma de un mar
que después se vendría contra ella embravecido. Toda la forma y
el terreno cambiaron en ese instante. ¿Cuántas vidas se
perdieron?
Pero Mauricio sigue con su ojo atento
observando la humanidad que nos rodea. Para él no pasan
desapercibidos los seres invisibles que comen de la basura,
duermen bajo un alero, están tirados en una escalera del metro.
No se trata de rasgar vestiduras, pero nosotros, los que tenemos
la suerte de ir a dormir en una cama, tengamos algo de humildad
y acción. Aunque sea poco, hagamos algo para disminuir la
insoportable brecha social que nos separa como chilenos.
Mauricio, con respecto a esto, es altivo y
contestatario. Su poema “en la mesa del patrón” me recuerda a
los viejos luchadores sociales de la primera mitad del siglo
veinte:
“En la mesa del patrón no quepo yo ni mi
sudor…
en la mesa del patrón no comeré
ni beberé…
Dura ha sido siempre mi mirada
carnada fatal mi palabra y mi silencio…
Con el orgullo del viento me levantaré
Beberé del camino agreste
la noche errante y oscura soledad…
en la mesa del patrón no comeré
ni beberé…”
Parecen casi unas palabras escritas en
piedra: no comeré, no beberé… no matarás…
“Poemas y Cartas Desesperadas” es el primer
libro de versos de Mauricio Sánchez Quezada. Un primer libro es
una bandera plantada con la que nos exponemos al criterio de los
demás. Un primer libro es aventurarse en otro viaje en el que
no iremos solos, porque las miradas de los lectores, los amigos,
los desconocidos nos acompañan. Un primer libro es soltar las
amarras, es abrir la puerta de la casa, es levantarse de la
cama. Un primer libro es una pequeña muestra de valentía.
Mauricio
Sánchez Quezada Es fotógrafo independiente desde hace 25 años,
poeta vivencial, no de salón y Bibliotecario a tiempo completo.
Entre otras labores, como fotógrafo realiza hace 23 años un
proyecto personal denominado “Retrato Urbano”, donde capta con
su lente a personas que viven en condición de calle o bien que
desempeñan sus labores en ella. Su trabajo, que abarca tanto
Santiago como Valparaíso, desarrolla una línea independiente,
alejada del marketing. Es dueño de un abundante registro en
imágenes de las innumerables tocatas Punk - Metal a las que ha
asistido y del telúrico paisaje que lo vio nacer, desde Arica
hasta Tierra del Fuego. “Poemas y Cartas desesperadas” es su
primer libro de poesías.
"Poemas y cartas desesperadas", Marciano
Ediciones, 2018. Poemas. 104 páginas.
Disponible
en Librería TXT de Huérfanos 649, Santiago, Chile.
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