L A   B E L L A   I N D I F E R E N C I A

C O M E N T A R I O   S O B R E   E L   L I B R O

D E   Ó S C A R   O R E L L A N A


p o r   M i g u e l   M o r e n o   D u h a m e l

   

 

 

Recuerdo que hace años atrás, en el hospital San Borja Arriarán, mientras cumplía con una de las tantas funciones extrañas que he debido realizar en esta vida, me comentaban el caso bastante particular de una paciente, una mujer lisiada, medio tullida, que tenía una deformación en la columna vertebral que la obligaba a caminar con una forzada inflexión en la espalda; piernas casi raquíticas que arrastraban pasos, brazos delgados y un bello rostro el cual se preocupaba obsesivamente de preparar todos los días.  Sí, ella se miraba en el espejo y sobreponía capas de base de maquillaje, una cuidada aplicación de sombra de ojos, un esmerado tratamiento de los labios que delineaba perfectamente con el lápiz.  Dejaba ese rostro perfecto izado sobre el delicado cuello que lo separaba de un cuerpo al debe y salía al mundo con actitud aristocrática.  Esta paciente padecía de un trastorno siquiátrico llamado "la bella indiferencia" y me cuesta pensar en una mejor exponente de tal estado mental que conjugue así la fría definición académica con la imagen poética.

 

Cuando recibí de manos del autor el libro de poemas "La indiferencia", la primera imagen que se me vino a la cabeza fue ese recuerdo del cual ya les he hecho parte.  Mayor fue mi interés al ver que en la página 9 estaba impresa la definición que Pierre Janet hizo de esta patología y comenzaron las divagaciones de cuánto de "bella indiferencia" hay en estos textos.  Es una pista al menos, pensé.

 

En reglas generales me encontré con escritos en apariencia desaprensivos, esterilizados, pasados por autoclave.  Lugares oscuros, escritores inmolados al fuego o a quienes la edad del amante no importa.  Referencias literarias, el libro está lleno de ellas, habitando en el metalenguaje de la poesía.  Es un riesgo sin duda, ya que para quienes no conocen al menos someramente las referencias, los textos puedes ser crípticos y dejar en el lector la sensación de nostalgia y amargura que inundan este trabajo.  Claro, no verán en estas palabras el optimismo y la fuerza avasalladora de la vida, acá se enfrenta la belleza de la muerte, la nostalgia por la casa vacía, pero que se llenó de monstruos que acapararon la infancia :

 

"que en esta casa / no lloró nunca un niño... que existió el daño / la tía loca / la botella de cloro a medio tomar / las ampollas que había que ir a buscar / al siquiátrico" ( Pedro Lagos sin número, pag 64); "las consecuencias" de un transitar amargo.

 

 

 

Creo que Óscar Orellana maneja el oficio.  José Ignacio Silva trató su escritura como "salida de la pluma amateur de los jóvenes sensibles de la patria".  No puedo estar de acuerdo con eso.  ¿Cuándo un escritor es un amateur?  Según mi concepto es cuando el que escribe lo hace sólo a partir de su sensibilidad, sin un acabado del texto cuando el verso lo amerita, es decir, sin haber un estudio de por medio y mucha lectura que estructure la construcción poética.  Nada tiene que ver la edad o la cantidad de libros publicados (esto es una apreciación mía).  Conozco a uno de los mejores poetas chilenos, así concibo a Enrique Pezoa Vega, y aún no ha publicado un sólo libro casi con cincuenta años.

 

Pero volvamos a Orellana.  Maneja el oficio; su poesía tiene sustancia; su lenguaje es lejano pero no ajeno; sabe como entregar con una frase o un poema corto un golpe de sensaciones que te envían más allá del poema.  Me ocurrió con el texto "Nido de oxígeno" : "Está lloviendo ese domingo 4 de junio de 1972 pero la joven poeta Huguette Gaulin avanza sin paraguas.  En su camino, se detiene y compra un bidón de plástico lleno de gasolina.  Y mientras arde, mientras aún brilla, frente a un grupo de turistas sentados en una plaza de Montreal que apenas la escucha, escribe con un grito su último poema:  Ustedes han matado la belleza del mundo.  Son las cinco de la tarde en la plaza Jacques-Cartier, y Huguette ya no tiene 28 años".  Esto es descriptivo, casi como una entrega noticiosa de un locutor aburrido, pero el texto es capaz de proyectarse, obliga a cerrar el libro y no poder menos que pensar y recordar a Gaulin tan joven yendo hacia el patíbulo fabricado por ella misma, arder, ¡que muerte más espantosa! y ser capaz aún de gritar por la belleza que se fue; o sólo después constatar que a las cinco de la tarde, la ligera mujer ya no tendrá nunca más sus 28 años.  La última frase es un réquiem para esta poeta poco conocida en este lado del mundo.

 

Más adelante, en otro texto de "La indiferencia", el que habita es el poeta Osvaldo Ulloa Sánchez con su libro "Qué dirá la gente" el que es incorporado al propio ser de Óscar Orellana.  Recordé la tapa del libro de Ulloa, con un hombrecito articulado de madera dentro de una jaula y de nuevo el texto me envió más allá del libro.

 

El autor de "La indiferencia" sabe, no intuye. Sabe como amontonar las palabras en textos que me parecieron más que interesantes y, si este es el primero de sus libros, espero que la evolución, el desechar lo que sobra, el pulir la piedra nos entregue en un futuro poemas que sean capaces de adentrarse en la mente y el ánima del lector.  Pero ojo, no todos los textos de "La indiferencia" tienen el mismo vuelo (lógico me parece), prefiero los poemas a la prosa poética aquí publicada, por ejemplo, y algo muy, muy importante en la confección de un libro de poesía y es que el libro deja de ser sólo el vector del poema y se transforma en un objeto de arte en sí, para lo cual considero que el autor debe estar presente hasta en las últimas instancias en el diseño y corrección de la obra.  No puede darse el lujo de las faltas ortográficas, de una letra que no corresponde, porque eso atenta en el ejercicio de la lectura, sobre todo cuando te estás involucrando en ella y una "escrituta" en vez de "escritura" produce el suficiente ruido como para desviar la atención.  Ya lo dije: pulir la piedra, que puede ser una piedra preciosa, pero hay que pulirla igual. [*]

 

 

 
 

POEMAS DE ÓSCAR ORELLANA


 

 


 

LECTURA EN VELOCÍPEDO

 

hay un engranaje y la parte más dura te ha tocado

      a ti Huguette: perforar el turquesa y el

      junco.

¿quien escribe en este fondo inestable?

pero, ¿hasta dónde escribes? ¿hasta ese precipicio

          hecho de cuadernos secos?

enfrentada a las palabras, para ser tú la

          declaración última cuando todas estas

          palabras se hayan vuelto la vida misma.

en los preámbulos, ahí donde la última hora se

          cierra. imprevista.

en la ilusión de que algo ocurre.

porque es urgente narrar una caída.

porque es urgente.  no importa si escribes bien o

          mal.  o si repites las palabras.  o si

          encadenas mal una frase con otra.

hay un engranaje y la parte más dura te ha tocado

          a ti.

 


 

PARA LOS QUE SE QUEDARON HASTA EL FINAL

 

tú dices:

para sobrevivir, uno debe ser algo.

tener una edad,

un empleo,

un sexo, un nombre.

 

para sobrevivir,

yo no tengo nada de eso.

 


 

SOY MALO PARA LOS FINALES

 

esta es la longitud de todo nuestro deseo,

de toda nuestra misericordia.

en un paisaje destruido veo toda la belleza del

                                                                | mundo.

 

viajo, duermo.

me gusta la luz de tus ojos cerrados.

nuestros amores están muertos y estamos solos.

eso es todo lo que debes saber.

 


 

 

 


Óscar Orellana, Talca, 1976.  Periodista de la Universidad de Concepción.  No ha obtenido becas ni premios de ningún tipo.  Algunos de sus poemas han aparecido en sitos de internet.  Colabora con reseñas teatrales para una revista digital.

 

"La indiferencia", Das Kapital ediciones, poesía, diciembre de 2012, 112 páginas.

 

[*]  Esta reflexión sobre las faltas ortográficas es un escupo que bien puede devolverse a la cara, seguramente si se ponen a bucear en esta revista digital van a encontrar mucho más de una o dos o tres...etc.