J O S É   A N T O N I O   S O F F I A   ( 1 8 4 3 - 1 8 8 6 )


B i b l i o t e c a r i o,   I n t e n d e n t e,

D i p u t a d o   y   E m b a j a d o r.

P o e t a   d e   t i e m p o   c o m p l e t o .


p o r   E u g e n i o   B a s t í a s   C a n t u a r i a s

 

 

 

 

Eugenio Bastías Cantuarias es Diplomado en Gestión Cultural, músico, escritor y miembro de la Sección Folclore dependiente de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía.

 


 

 

 

Era otra época, claramente, cuando los gobiernos consideraban que el buen funcionario debía ir de la mano con el excelso poeta, con el historiador de fuste, con el novelista y orador fecundo, todos, en dicha edad, conmovedores de multitudes. Ejemplos rotundos de ello son Alberto Blest Gana, embajador en Francia, y su hermano Joaquín, Ministro de Estado; el gran tribuno, literato y también Ministro Isidoro Errázuriz y el precursor de la revolución cultural de 1842 José Victorino Lastarria. Los únicos que podrían identificarse hoy con esa dualidad, embajadores ambos, no usan forro en sus chaquetas, ya que siempre están prestos a dárselas vuelta al primer giro de la política. Uno anda por Francia y el otro estuvo por México….el cual ahora funge en estos días como Ministro Presidente de un Consejo, diz que de cultura.

José Antonio Soffia, tal vez heredero del propio Petrarca, fue retoño descendiente de prole italiana, aunque llegada ésta a América desde España. Nació del vientre de la hija de otro José, que llevaba unido al de pila otro nombre: Gregorio, y de apellido Argomedo, Secretario de la Primera Junta de Gobierno de Chile, que fue la primera, pero, desgraciadamente para nosotros, no la última. Generalmente se dice que el poeta nació en Valparaíso, pero en realidad fue bautizado en la Parroquia del Sagrario de Santiago, edificio que está instalado al costado de nuestra Catedral Metropolitana, y cuyo domicilio fue consignado como el mismo de su venerable abuelo: calle Santo Domingo Nº 75. Sus años iniciales en el sistema educativo los experimentó en el Colegio de San Luis. El local de dicha escuela funcionó en lo que era el hogar del entonces Presidente Manuel Montt, quien dejó su casa, como correspondía a su investidura, para residir en el Palacio de La Moneda. Este inmueble es de los pocos que aún persiste al recurrente veredicto de la demolición decretada por nuestro mal gusto y poco apego por el pasado -y el mucho que hay por la especulación inmobiliaria. Si bien pasó parte de su niñez y estudió en el Colegio Sagrados Corazones del viejo puerto –"que vigiló su infancia con rostro de fría indiferencia"-, terminó sus estudios secundarios en el Instituto Nacional, nada menos que de la mano del gran Andrés Bello quien, además, le impartió clases particulares, de aquellas que el sabio caraqueño ofrecía en la biblioteca de su casa. Un connotado crítico literario asegura que sin la influencia de Bello, no habría habido un poeta como Soffia. Una reproducción de esas legendarias sesiones se puede ver en un diorama instalado en la estación del metro Universidad de Chile. ¿Quién aún se detiene a saborear un poco del pasado entre tanto apuro, empujones y apretones de la masa?

La madre del poeta, doña Josefa Argomedo, liga su nombre y talentos a la que en la época se mentaba como "beneficencia pública", impulsada por la iglesia católica, en estrecha colaboración con el sacerdote Blas Cañas, fundador de la obra protectora de las niñas desvalidas del siglo antepasado. "En riesgo social" se les motejaría hoy. A tanto llega la influencia de la matrona, que llegó a proveer el nombre de la obra como "Casa de María". La noble madre del poeta murió abrasada por el fuego del incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús, acaecido en el cierre de aquel fatídico Mes de María del 8 de diciembre de 1863. Y su cuerpo tuvo franca entrada para su sepultación en la capilla de su Casa de María, hoy parte del Instituto Blas Cañas, en la calle Carmen, cerca de la Alameda de Santiago de Chile. Esta desgracia personal hizo que Soffia se integrara a la que hoy es la Sexta Compañía de Bomberos de Santiago.

 

 

 

Pero sigamos en la ruta de nuestro personaje. Es interesante observar cómo nace a la sensibilidad un poeta. Citemos una carta que él envió a un amigo, recordando su epifanía como ser sensible:

 

"Era muy niño cuando oí a mi madre, una tarde de otoño, recitar bajo los árboles que se desnudaban de su verde follaje, algunas lindas estrofas. Las hojas volaban, el viento helado las arrancaba una a una de las ramas sin fuerza para alimentarlas, y mi madre, antes joven y alegre y entonces viuda y penosa, enjugando las lágrimas que anublaban sus dulces ojos verdes, repetía:

 

Yo también brillé como ellas.

Sin comprender el mecanismo del verso ni el secreto de la poesía, le pregunté:

- ¿Cómo podéis decir cosas tan lindas?

- No las digo yo –me respondió con ternura-, es el poeta quien las dice.

- ¿Y qué cosa es un poeta?...¡Yo quiero ser poeta!...

Sonrió mi madre y exclamó con la más dulce amargura:

- ¡Dios te ha de librar de esa desgracia!"

 

 

 

A sus veintiún años de edad, en 1864, ingresa como funcionario a la Biblioteca Nacional, luego de haber abandonado sus estudios de Derecho. La idílica jornada en esa repartición pública, de once de la mañana a cuatro de la tarde, no vendría mal a cualquier literato que quisiese tener alguna "peguita" como esa, sin embargo, a José Antonio le resultó un lastre algo pesado estando en aquella etapa donde se mira con otros ojos las primaveras andantes, en figura de mujer, por las calles. Así lo estampó en uno de sus versos, que recuerda alguno de sus seis años en el paraíso de los libros, en tono ligero, como muchas de sus composiciones satíricas de más tarde:

 

 

 
 

Siempre a ti

(fragmento)


 

 

Y ya que estoy condenado

A entonar mis cantinelas

Lejos del sol de tus ojos

En confusa biblioteca,

 

Metido entre pergaminos

Y llevando una existencia

De tomo en folio a la rústica

Lleno de polilla y tierra,

 

Yo no podría cantar

Si acaso no te tuviera

Siempre fija en mi memoria

Ardiente graciosa y bella…

 

Soy tu amante, soy tu amigo

Y quiero ser tu poeta,

Mas, son tan malos mis versos

Que como matraca suenan…

 

 

No menos interesante es consignar que Soffia, entre 1866 y 1867, es decir, entre sus 23 y 24 años de edad, ejerció la docencia en el Colegio de la Unión de Artesanos, enseñando a jóvenes y adultos populares sus primeras letras y conocimientos generales. En ocasiones abogó a través de la prensa por el avance en la educación femenina, agobiada por estrechos moldes, que cupo romper a la generación el poeta.

A estas alturas de su ascenso vital había aportado sus poemas a varias publicaciones de la época, de tan disímiles nombres como "La Voz de Chile" (donde se publicó por entregas una primera edición de todo un Martín Rivas), "La Estrella de Chile", "Revista de Sud América", "Las Bellas Artes", "El Correo Literario", "El Panteón Universal" o "La Mariposa", periódico quincenal de modas, costumbres, música y amena literatura, como indicaba el sugerente subtítulo. Así también, el poeta es incluido con varias de sus composiciones en algunas antologías, como Flores Chilenas, cuyo ramillete data de 1862. Al siguiente año surge la polémica Aurora Poética, gracias a la cual -cuándo no- a codazos se instalan unos y quedan relegados al olvido otros, por lo cual surge la instantánea réplica rotulada Suplemento a la Aurora Poética, donde tiene cabida Soffia. ¡Cosas de antaño y hogaño, no nos engañemos!

Por decreto de 29 de octubre de 1870, Soffia pasa a desempeñar el cargo de Intendente de Aconcagua, con residencia en San Felipe, donde, al decir de Lastarria, "se hizo querer y bendecir, cobrando él mismo tal cariño por aquel suelo, que siempre lo recordó y cantó con entusiasmo en sus versos. Sus gobernados le hicieron manifestaciones de respeto y gratitud que no se han repetido a la salida de otros gobernantes". Allí logró fundar una biblioteca popular el 1º de febrero de 1872, la que hasta hoy lleva su nombre, y estimular como funcionario público y representante del Presidente de la República -léanlo bien señoras y señores- el desarrollo de la educación pública. La biblioteca popular que el poeta fundó siguió siendo protegida y aumentada por él mismo, incluso muchos años después de su alejamiento del cargo. Definitivamente eran otros tiempos y otros seres.

 

 

 

 
  Casa de don Manuel Montt, Merced 738, Santiago. Antigua sede del Colegio San Luis, donde José Antonio Soffia cursó algunos años de su educación primaria.  

En 1872 fue promovido al cargo de oficial mayor (actual Subsecretario) del Ministerio del Interior, donde permanecería durante ocho años. Esta es la época de oro del poeta para la sociabilidad santiaguina, pues abrió tertulia en su propio hogar, sin formalidades, donde tenían libre entrada sus amigos, y dio cima a sus anhelos de autor haciendo imprimir dos gruesos volúmenes, los que lograron circular ampliamente en Chile en forma contemporánea a la época del autor: Poesías Líricas, de 1875, y Hojas de Otoño, de 1878. En 1873 llegó a la Cámara de Diputados como suplente por Petorca, cuyas actividades legislativas debió suspender en diversas ocasiones, por su misma condición de suplente y, finalmente, en 1879, por tener que asumir su cargo de embajador de Chile en Colombia, donde iba encargado de la delicada misión de neutralizar la acción diplomática peruana y boliviana y promover los lazos con la política y la intelectualidad de ese país, con el objeto de favorecer de inmejorable forma la causa chilena. Tanto detalle leguleyo y burocrático se justifica en el hecho de resaltar el destino que podía tener un poeta en el siglo XIX, pudiendo influir en la política contingente y concreta, tal como aconteció con Mistral y Neruda en el pasado siglo.

 

 

 

 

Hincando el diente en su obra, podemos decir que es un creador premodernista, influido plenamente por el romanticismo y rodeado de enormes figuras como Guillermo Matta y Eusebio Lillo, pasando por géneros poéticos tales como la lírica pura y encendida de pasión y romanticismo, no sólo por la mujer, sino que por la naturaleza y los recuerdos o sensaciones más etéreas, siguiendo con la loa a los héroes guerreros y el canto épico a nuestra historia, junto con la versaina mordaz e ingeniosa propia de la arena política y literaria; una gavilla de versos que el poeta siempre trató de instalar en un segundo plano, pasando los años, visto estaba que eran escritos al fragor de la lucha en ambos campos. Recordamos a propósito de ello, la actitud de un maduro Neruda respecto de las invectivas en forma de verso que lanzó en su juventud contra sus formidables oponentes, componentes de la que se llamó "la guerrilla literaria": el triunvirato mítico que completa de Rokha y Huidobro.

Finalmente, respecto de su obra podemos decir con toda propiedad que una parte de su legado es tremendamente popular, aunque por cauces totalmente inesperados y tal vez nunca previstos por el autor, ya que un trozo de su poema titulado "Las dos hermanas. Recuerdos del Magdalena" dedicado "A mi estimado amigo señor don Alberto Urdaneta, propagador insigne de las artes en Colombia", publicado originalmente en Bogotá en 1882, llegó a transformarse en una de las canciones más populares y popularizadas de Chile, con el título de "Río Río", una de cuyas primeras versiones para el disco en 78 rpm -en cuya etiqueta se adjudica la música a un tal Osvaldo Silva- registrada en la década de los años ’20 del siglo pasado, ofrecemos acá con la interpretación de Los Guasos de Chincolco, uno de los primeros grupos musicales vestidos con el atuendo huaso y dotados de aquella clásica formación de voces y guitarras.

 

 

 

"Río-río", poema de José Antonio Soffia cuya música se le confiere por igual a Osmán Pérez Freire y a Osvaldo Silva.  Grabación hecha en la década de 1920, gentileza de Carlos Martínez Miranda.


 

 

 

Y, como dijimos, en 1879 el poeta tuvo que asumir sus deberes como embajador de Chile en Colombia, con asiento en su capital, de cuya intelectualidad se hizo querer y admirar entrañablemente, como era su costumbre. Allí renovó su tertulia, llamadas en esas tierras "mosaicos", y menudearon las visitas de los próceres de la política y el arte del país, lo que junto a sus publicaciones en ese medio, le permitieron conseguir gran popularidad. Mas, andando ese feliz tiempo, una antigua dolencia al corazón, acelerada por el clima colombiano, le impidió asumir su próximo destino como Ministro Plenipotenciario en Argentina y Uruguay, que era más bien un cambio apropiado para mitigar su dolencia. Un diario bogotano nos cuenta los últimos pasos de José Antonio Soffía:

"Salió, en efecto, enderezó sus pasos por la calle Real de la Nieves, y al pasar por la cuadra del hospicio le asaltó un ataque fulminante. Gritó: "¡Me muero!", alcanzó a dar unos pasos, dirigiéndose hacia la puerta que vio abierta más cerca (una botillería) y dijo a la ventera: "Señora, ¡me muero! Deme una silla para sentarme…"

No alcanzó a sentarse; se desplomó, como herido por un rayo, y cuando llegaron en su auxilio empleados de la policía, médicos, un sacerdote y muchas otras personas, toda esperanza quedó frustrada. La muerte había sido instantánea…"

Fue sepultado en Bogotá con todos los honores debidos a su cargo, a sus aportes artísticos a la sociedad colombiana y al aprecio de sus amigos y admiradores. Más tarde sus restos fueron trasladados a Santiago y desde el año 1903 reposan junto a los de sus padres, en la capilla de la Casa de María.

 

 

 

 
 
 

Un soneto como tantos…


 

 

 

Tengo pluma y papel sobre la mesa

Y rica tinta que a escribir incita,

Y como nada más se necesita

Escribiré un soneto con presteza.

 

 

Con él obtendré amores de Teresa,

De Clotilde, Natalia y Carmelita,

Y quien sabe también si hasta la Anita

Se apropiará para ella la fineza.

 

 

Irá a La Mariposa y al mirarlo

Su redactor con firma autorizada,

No dudará un instante en publicarlo.

 

 

Y si es quela impresión sale esmerada,

Todas se afanarán por alabarlo."> Todas se afanarán por alabarlo.

Y gran fama obtendré…sin decir nada.

 

 

 

Iglesia en Casa de María, actual Inst. Blas Cañas, calle Carmen esquina de Curicó, Santiago. Lugar de sepultación de José Antonio Soffia y sus padres.

 
 

 

 

 
 

Pedro de Valdivia

(fragmento)


 

 

Al lado de su dulce compañera

Michimalonco, absorto en sus amores,

Tres veces a la rica primavera

Vio en los collados derramar sus flores.

Lleno de amor, como la vez primera

Que miró de Guajilda los primores,

Ya vuelto a su comarca, día a día

Pruebas le da de ciega idolatría.

 

Mas, como el bien es flor que apenas dura

Y a la guerra dan las aflicciones,

De un cuarto invierno la fatal tristura

Pronostican siniestros nubarrones.

Desnudo el bosque y muerta la verdura

Del prado, a misteriosas reflexiones,

Que no hay quien con acierto las explique,

Se entrega melancólico el Cacique.

 

Ya cuentan con la unión de Quilacanta

Y de siete Caciques principales,

Por si a Chile otra vez guía su planta

El español, origen de sus males.

No teme combatir: sólo le espanta

Pensar que, por su mal, son inmortales

Los hombres que a invadir su tierra vienen

Y que otro Dios que los ampara tienen.

 

 

 

 
 

 

 

Lápida de la tumba de José Antonio Soffia en la Casa de María, junto a sus padres. Simplemente aparece el poeta con su nombre y ningún otro dato más.

 
 
 

Paisaje


 

 

 

¡Qué hermoso paisaje!...

¡Qué luces tan raras!

El cielo es cortina

De púrpura y grana;

Y espejos inmensos

Do el sol se retrata

Parecen del Andes

Las cumbres nevadas.

 

Se pierde entre sombras

El manso Aconcagua;

Alfombra de juncos

Va hollando mi planta;

Las auras murmuran,

Los pájaros cantan…

Señor, ¿qué es tu cielo

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Donoso, Ricardo. “José Antonio Soffia en Bogotá. En Revista Thesaurus, Tomo XXXI, Nº 1 (1976), pp. 84-159.

Silva Castro, Raúl. José Antonio Soffia. 1843-1886, Santiago: Ed. Andrés Bello, 1968.

 

Agradezco la gentileza de Carlos Martínez Miranda, investigador del folclore musical chileno y realizador de proyectos de restauración sonora de discos de música chilena en 78 r.p.m., por facilitar la grabación patrimonial "Río-río" que utilizamos en este artículo.