J e a n   R a y

E L   G r a n   N o c t u r n o


p o r    S a l v a d o r   B o r d o y   L u q u e

 


Jean Ray  (8 de Julio de 1887 - 17 de Septiembre de 1964) es el seudónimo de Jean Raymond Marie de Kremer originario de Gante, Bélgica.

 

Como nacido bajo el signo de Cáncer, "el de aventureros y ladrones", su vida ha sido una constante aventura.

 

Hijo de padres belgas, su abuela era piel roja, una auténtica dakota.

 

A los dieciséis años embarcó en un velero alemán que, por el cabo de Hornos, se dirigIó a Chile.

 

Durante veinte años ha navegado por todos los mares del mundo.  Además de marino, ha sido traficante de armas y de alcohol.  En la gran época de la prohibición americana, de la célebre Ley Seca, formó parte de los últimos filibusteros en la formación de la conocida Rum Row, "el bulevar del ron", formado fuera de las aguas territoriales de Norteamérica.

 

Empezó a escribir no se sabe dónde:  quizá a bordo de algún velero; tal vez en la mesa de alguna taberna de puerto.

 

Al leer Los cuentos de Canterbury, del inmortal Chaucer, descubre el universo fantástico que le conviene.

 

Comienza a leer a Dickens y no deja de hacerlo en toda su vida.  Según sus propias palabras, "acostarse sin leer unas páginas de Dickens es un sacrilegio".

Stanislas-André Steeman, que fue un buen amigo suyo, calificó a Jean Ray como "uno de los últimos piratas"; y Henri Verne, también incondicional de Ray  y prologuista de casi todas sus obras, escribió en cierta ocasión:

 

"En los viejos puertos nórdicos, que apestan a moho, a crustáceos y a muerte; en las callejuelas tenebrosas, donde el miedo camina con sus botas de hierro, en estos decorados es donde se mueven los personajes que él (Jean Ray) ha conocido: despojos humanos que vagan entre la niebla, medio espectros, medio ahogados".

 

Una buena parte de su obra la escribió en flamenco para la juventud con el seudónimo de John Flanders.

 

Comprende, sobre todo, novelas y relatos de aventuras, mientras que las obras que firma como Jean Ray, todas las cuales fueron escritas en francés, están basadas en lo fantástico.

 

Publicadas en Bélgica, pero traducidas a todos los idiomas del mundo, incluso el chino y japonés, su ambiente especial de pesadilla y de irracionalidad hicieron que sus obras fueran poco conocidas por el público francés, con excepción de un grupo escogido de aficionados a estos temas terroríficos, entre cuyos componentes se considera a Jean Ray como el novelista más grande de todas las épocas en esta clase de literatura.

 

En los medios literarios, sin embargo, se le consideró siempre como un hombre misterioso e inabordable, quizá debido a su forma especial de ser.

 

Existe una leyenda Jean Ray que nunca desagradó al escritor.  En ella se habla de su cara gótica, de sus ojos crueles, de su boca inquisitiva y de su corazón de piedra.

 

Efectivamente, era de su gusto que se le atribuyera un pasado misterioso y de extraños poderes.

 

Sus propios amigos contaban que le agradaba chocar a la gente, escandalizar a las almas ingenuas; que le creyeran hombre terrible, provisto de un toque demoníaco.

 

¡Lo que más eufórico le ponía era que lo trataran de pirata!

 

A pesar de todo, Jean Ray fue un hombre universal, todo era de su interés:  desde los milagros de la técnica moderna hasta los enigmas de la Historia; desde el ocultismo hasta los problemas de álgebra o de geometría, pasando por la construcción de navíos y los secretos de la gastronomía.

 

Hoy día no existe aficionado a las obras de misterio que desconozca a Jean Ray, quien ocupa un puesto destacadísimo entre los escritores de lo fantástico.

 

El aspecto de Jean Ray causaba extrañeza a los que lo veían y trataban por primera vez.

 

Henri Verne, en su prólogo a Los veinticinco mejores relatos negros y fantásticos, dice:

 

"¡Jean Ray!  Se le llama cara de piedra, mano de piedra.  Algo de verdad hay en esto.  Esa máscara de brujo, de hechicero que habla de demonio a demonio con Satanás, cuyo perfil hace pensar infaliblemente en la hoja de un hacha; esa máscara no da la impresión de estar tallada en la carne, sino en una materia gris, extraída de los propios cráteres de la Luna; una materia que todos los soles, los vientos del mundo, de los siete mares y de los cinco continentes, han tocado, pero no la han marcado".

 

Y al hablar del mito Jean Ray, explica:

 

"Es la leyenda hecha hombre.  Existe un Jean Ray boca de piedra pómez; Jean Ray el filibustero; Jean Ray el inalcanzable; Jean Ray el verdugo; Jean Ray el gótico; Jean Ray el siux; Jean Ray el tigre; Jean Ray el irascible; Jean Ray el campeón de la descortesía...Sí; Jean Ray es, sin duda, todo eso".

 

 

La obra de Jean Ray puede clasificarse en tres grupos: el clásico, que comprende los cuantos fantásticos y de misterio; el de las obras que escribió para la juventud con el seudónimo de John Flanders y el de los relatos que tienen como protagonista a Harry Dickson, que puede considerarse como una continuación del célebre Sherlock Holmes.

 

La única novela larga de Jean Ray es Malpertuis, la historia de una casa diabólica, habitada por seres extraños, fantasmagóricos...

 

Cada página, escrita con el estilo suelto, dinámico, inimitable, del novelista belga arranca un grito de terror.

 

Toda la novela es una sucesión escalofriante de hechos en los que se ve envuelto un muchacho adolescente, que, con ojos de espanto, va siguiendo paso a paso el desarrollo de los acontecimientos hasta llegar a un final inesperado.

 

También Ray hace un homenaje a Geoffrey Chaucer, el autor de los famosos e inconmensurables Cuentos de Canterbuty, obra inacabada y especie de comedia humana presentada bajo la forma de relatos contados sucesivamente por los componentes de una reunión de peregrinos.  Efectivamente, Jean Ray escribe Los últimos cuentos de Canterbury y nos presenta su continuación del clásico de Chaucer como una asamblea de fantasmas que, en el mismo cuadro de la taberna El Tabardo, nos cuentan sus espantosas y escalofriantes historias antes de desvanecerse para siempre en la noche de los tiempos.

 

Un olor a azufre y a repugnantes maleficios flota en la sala baja de la taberna, que Jean Ray describe con ese realismo inimitable que ha hecho temblar a los más temerarios.

 

Jean Ray decía que no necesitaba libros para documentarse. Ante la pregunta de dónde obtenía los argumentos para sus cuentos, se golpeaba la frente, dura y testaruda, con su grueso dedo de marino, y exclamaba:

 

"Todo está aquí, en la mollera".

 

Entre las obras más importantes de Jean Ray citaremos Le livre des fantômes ; Les cercles de l’épouvante ; La cité de l’indicible peur ; Les contes du whisky ; Saint Judas de la nuit ; La croisière des ombres ; Les aventures de Harry Dickson ; Les 25 meilleures histories noires et fantastiques ; Les derniers contes de Canterbury  y, por supuesto, Malpertuis.

 

 

Extraído de Jean Ray, Obras Escogidas.  Editorial Aguilar, 1965.