H e r n á n   D í a z   A r r i e t a ,  A l o n e

D i a r i o   Í n t i m o


 

 

 

 

 


 

Hernán Díaz Arrieta, Alone, fue el rey de la crítica literaria chilena, especialmente cuando, a los 48 años, en 1939, empezó a trabajar en El Mercurio.  Antes, ya su voz era gravitante en el medio nacional, tanto es así que los libros que él recomendaba eran vigorosamente leídos por un público que en esa época era más afín a las páginas impresas.  Alone prácticamente descubrió a varios escritores chilenos, Gabriela Mistral y Pablo Neruda se encontraban entre ellos y también María Luisa Bombal, de quien llegó a decir que era la mejor prosista del siglo.

 

Se llamaba a sí mismo "cronista", pero cultivó además otros géneros como el ensayo, la novela y la biografía.  También se las esgrimió de antólogo.  En sus críticas nunca fue lapidario, prefería la insinuación y la ironía.  Confesaba que sólo le bastaba catar los libros para realizar una crítica, no los leía íntegramente y era benévolo con sus amigos y aún más con sus amigas.  A pesar de eso, Alone mostró abierta antipatía o fobia por cierta literatura, por ejemplo con el criollismo y su exponente Mariano Latorre.

 

En 1959 se le otorgó el premio nacional de literatura.  Alone falleció en 1984, a los 93 años.

 

Su diario íntimo revela a una persona más allá del estereotipo en que puede catalogársele, quizás frío, calculador, enigmático, desconfiado.  Sus páginas personales muestran a alguien obsesionado con la muerte, con el enigma de la belleza, con sus amores platónicos, con la bisexualidad y sus incursiones por barrios marginales de Santiago buscando al amante de turno, con la culpa que eso le acarreaba, con el temor a envejecer y la animadversión que le provocaba el comunismo.

 

Los siguientes son unos muy breves extractos de su diario íntimo, una obra de varios tomos que atrapa porque en ella se puede ver al humano con todos sus matices.

 

Lakúma-Pusáki

 


 

 

 

Martes 23-X-1917.

 

Extracté t.III Pueblo Israel.  ¿Para qué?  Para hacer algo un poco elevado en mi vida; y dejémonos de preguntas.  Compré candado para el casillero del diablo, diligencié bandeja Pancho; y al Cerro! A leer Averroès en un rincón de las Cabras, tan perfumado a Primavera – a no se qué flor deliciosa – que era una embriaguez.  No ví a nadie.  En la oficina poco trabajo "comme d'habitude".  Compré cuaderno para extractar y extracté deliciosas, exquisitas páginas de Renan.  Es un motivo para no suicidarse!  Pero en cambio hay otros motivos terribles…La juventud.  Todo tiene su juventud, su época breve, fresca, inimitable, que pasa y no vuelve jamás.  Cuando se posee no se la conoce; anda uno despreocupado con su tesoro, pensando en otras cosas; pero apenas se la empieza a perder, todas las miradas se devuelven hacia ella y ya no sabemos sino lamentar su progresivo alejamiento.  Lo delicioso en la juventud es más que todo la suma de posibilidades que encierra, lo desconocido, lo anunciado, lo que se promete.  En fin, pensemos en otra cosa.  En el Zig-Zag (revista y editorial chilena de larga trayectoria. Nota del Editor) me dijeron que el artículo sobre Serruys no cabría:  el retrato sí.  ¿Qué hacer?  Me prometió tarjeta para el baño de natación la srta. Secretaria del I. de E. F. (Instituto de Educación Física, donde pertenecía la piscina que frecuentaba Alone. N. del E.); y con qué sonrisa, con qué amabilidad, con qué visible deseo de prolongar la conversación y de que volviera!  O es muy ingenua o muy sinvergüenza.  El Director me preguntó si había ido el año anterior.  Le contesté que hacía 3 me bañaba.

 

-¿Con…Bulnes?  ¿Está en la Moneda con él?

-No: somos amigos simplemente

 

En el Mercurio, exposición pictórico-frutal de la srta.  Elgueta  ¡La infeliz!  Qué lástima da.

A la visita secreta (Visita casi cotidiana que Alone efectuaba a la casa de doña Josefina Smith.  Mujer separada, con tres hijos, quien era conocida por su extraordinaria belleza, su carácter impulsivo y vehemente, y su actitud impetuosamente apasionada. N. del E.)… Habló con Bezanilla, Presidente de la Corte de Apelaciones: amabilísimo, prometedor de todo.  Estaba animada, casi alegre.  Recibí carta de la Mistral: resuelta a marcharse a la Argentina, por salir de Chile.  Duval y una pelea con su familia la determinan.  Pobre mujer!.   Y carta de Sara Hübner, con letra ininteligible:  ¿qué dirá?  Iré a preguntárselo mañana.

 

Por el Forestal había arabescos de sombra en el suelo, claridad de luna y cantitos de sapos en el río.  ¡Querría vivir mirando el pasto, el agua corriente, el cielo, árboles y nubes; y morir, cerrar por última vez los ojos sobre un paisaje, sobre la Naturaleza próxima!  ¿Por qué no?  Con un dormitorio de cristales en un parque…

 

 

Lunes 29-X-1917.

 

Baño de natación:  Ismael Valdés demuestra admiración por María.   Barrios enfermo en su casa, sórdida, pobre, estrecha, me prestó la primera parte de Un perdido.  Salí prometiéndome no casarme ni hacer hijos sin más de medio millón seguro.  Solo todo se soporta;  pero con mujer y chiquillos, qué grotesca, que humillante resulta la medianía.  Mal olor.  Uff!  ¿Cómo no se suicida la gente pobre?  Debe ser un don muy magnífico la vida, el sólo respirar, ver, oír!   Tampoco salí de noche.  Estaba muerto de cansancio y sueño.  Así, por tonterías, van perdiéndose las noches de luna en la vida!

 

 

 

Domingo 4-XI-1917.

 

A las 7 ½, desde la Plaza Italia al S. Cristóbal, con Ismael Valdés y Alfonso Bulnes.  Vimos llevar por el río a un viejo muerto entre la basura, de frío y de hambre, según decían.  Estaba encogido:  uno lo tomaba de los pies y otro de la cabeza y un grupo de muchachos lo seguía.  Los dos puentes y todas las orillas estaban llenas de curiosos, observando.  Era un convoy lúgubre.  Hasta que llegó el carro de la Morgue, hermético y negro, bajó a la caja del río, atravesó las aguas turbias, se lo tragó y se lo llevó.

 

A.B.:  - ¡Qué cuento haría un Maupassant con esta escena!  Están todos lo elementos:  la hora, el paisaje, el ruido del agua…

 

I.V.:  - Cómo irá el alma detrás del cuerpo.  Todavía no deben estar bien separados.

 

Yo:  - Los hombres no son como los pájaros, que no se sabe nunca donde mueren.  ¿No lo han observado?  Hay millones de pájaros y nunca se encuentra uno muerto.

 

Ascensión calurosa:  había nubes delgadas y la atmósfera estaba un poco sofocante.  Arriba, bilz; proyecto de un club excursionista, reducido.  Alfonso entusiasmado con Lemaître.   Bajada al trote, cansadora.   Alfonso no al baño de natación;  Ismael un rato, yo largamente.  Estaba sucio y tibio:  lo más agradable.  Lelló un boy-scout.  (Julio Callis!)  Y un militar, malones para el agua.   Salió buen sol.  Hablé con Pancho Echaurren, para una entrevista, en su casa, pero lo habían reporteado del Mercurio.  Se cuidaba cómicamente las palabras.  Dijo que toda la culpa de su asunto la tenía Gómez Carrillo, cabrón, venal, desprestigiado.  Lo dejé en casa de Suárez.  Dormí, fui a la visita secreta, pero las encontré camino del palacio de Bellas Artes.  A la oficina, a escribirle largamente a Winter sobre la no omnipotencia divina, idea que me alivia y encanta.

 

 

 

Domingo 9-IV-1921.

 

Al despertar la idea fija, el dolor tan constante, que ya me voy acostumbrando a él y hasta creo que me causaría extrañeza no encontrarlo.  La sensación constante de su ausencia y de su vileza, de su interés venal.  ¡Tanto tiempo, tanto sacrificio, tanta esperanza y tanto cariño inútiles!  Como golpear una roca.  Hoy igual al primer día.  Nada avanzado.  Y yo herido para siempre por este maldito recuerdo y sin poder olvidar un instante, sin encontrar reposo en nada.  Hasta el dinero me fastidia.  ¿Para qué sirve?  No, no hay dolores como esto!  La angustia lenta y fatal de sentirse despreciado, abandonado solo en el mundo, la sensación de imposibilidad absoluta,  ah! Si hubiera otra vida!  ¿Quién sabe?   Y no puedo perder la esperanza:  si el 13 no vuelve…

 

Hoy baño turco de dos horas y media.  Visita a Pedro Prado y paseo a la luna por la Quinta, charlando.

 

Noche; infame Plaza con O. y G.

Todo me es indiferente, excepto eso;  imposible!

 

 

17-VII-1929.

 

A. se elogia.  Y engaña mucho, consigue prestigiarse.  A mí me engañó por completo.  Cierto que intervinieron otras causas; pero creí en su mérito, en su delicadeza, en su inteligencia, casi en su saber.  Se elogia con verdadero talento, contando cosas concretas, probablemente inventadas, con minuciosos detalles.  Ahora, que lo he descubierto, sus pequeñeces, sus incapacidades, me indignan el doble que si no se hubiera elogiado o si se hubiera disminuido.  Hoy era contra mí mismo en mi fastidio contra él; hay una secreta humillación por haber sido "dupe" (ingenuo, N. del E.) de un pobre de espíritu; hay un desencanto general, porque es desencanto de mi facultad de conocer, de mi poder de reflejar.  Y eso es todo.

 

 

20-VII-1929.

 

 

Encuentro con M. B. (Marta Brunet, N. del E.) en casa de H.A.  Impresión de disgusto  ¡Qué fea!  Cabeza de globo, cara marchita, ojos muertos, claros, colorados.  No hablamos nada.  Iris muy inoportuna, tocó nuestra situación, molesta.  Iris comprende pero con el cerebro, no con el corazón, por eso hiere tanto.  Y hay algo duro, seco en su misma piedad y es egoísta en su abnegación.  Hace sufrir ese abandono que no logra abandonarse:  parece una persona empeñada en ser más buena de lo que es, que parece, que acaso – o sin acaso – es muy buena; pero que no logra convencer a los demás y aun que no logra convencerse a sí misma de su bondad.  Y reniega del cerebro.  Con razón.  Tiene demás, cierto sentido.

 

 

 

11-VIII-1929.

 

Llueve, llueve; delicia de llover; sensación de abrigo, de cosa definitiva.  No se puede salir, no se puede pensar en caminos ni en cerros.  Abrigo interior.  A lo sumo, lo más aventurado, un galpón grande, un taller de carpintería, olor en aserrín – (¿por qué escribir "serrín" cuando la palabra que he oído, la que me hace evocar y que quiero es "aserrín"?) -.  Aserrín, olor a aserrín de madera.  Hoy en Domingo.  Ayer noche oí llover, llover, a través de una ventana ancha, de cuatro cuerpos, en una Avenida con grandes jardines.  Llovía.  Adentro la pieza en penumbra:  la cabeza cortada y blanca de la Quimera, arriba, espectral, en espasmo; me preguntó a la tercera, justamente, a la tercera noche de intimidad total, mientras la tenía contra mi cuerpo, y la besaba y sentía todo su ser abrigarme la carne y el alma, mientras temblábamos todavía de los gemidos intercambiados en la locura maravillosa, cansados, oyendo llover juntos, por una eternidad, reposando, aliento con aliento, su cuerpo joven, de cintura ligera, su pecho de veinte años entre mis manos, oprimido, estrujado, como un arbolito cálido bajo la lluvia, entre las sábanas; me preguntó al oído: ¿Cómo se llama Ud.?

 

Y yo al oído, en un soplo, entre dos besos, le di un nombre falso.

 

12-VIII-1929.

 

Amistad fugaz, íntima, ardiente, la del hombre a quien detenemos en la calle y le pedimos fósforos para encender un cigarrillo.  Viene del infinito desconocido; jamás lo hemos visto.

 

¿Tiene un fósforo?

 

Todos sus pensamientos se detienen a nuestra voz y se busca en los bolsillos.

 

 

 

Nosotros, -el otro desconocido- aguardamos pacientes.

Brilla el fósforo, arde el cigarrillo.  – Gracias señor.

 

Y el inmenso misterio se lo traga de nuevo en su sombra.  Nunca más lo veremos.  Por toda la eternidad, entre ambos, no habría sino esa relación de la llama del fósforo.

 

 

12-VII-1930.

 

 

La inversión sexual podría ser un artificio de la naturaleza, una astuta maniobra de la especie para evitar la transmisión hereditaria de ciertas enfermedades.  Parece admitido que todos los homosexuales padecen de taras nerviosas.  El instinto los desvía, les pone delante una capa de torero para que no embistan contra la verdadera presa, sino contra una sombra.  Y libra así al hijo.  Pero la sociedad, al perseguir ciegamente esa anomalía, y no sólo sus derivaciones dañinas y de ningún modo inherentes a ella, reprime a los homosexuales, los atemoriza, los contiene y los obliga a casarse y tener descendencia…

 

 

 

4-X-1931.  Domingo.

 

 

Contribuimos con Morel al triunfo de Montero, la pobre víctima presidencial que no durará en el sacrificio. (Don Juan Esteban Montero fue elegido en esa ocasión presidente de Chile, imponiéndose sobre Arturo Alessandri por una gran mayoría.  Sin embargo, el 4 de Junio del año siguiente, Montero era derrocado por un golpe de estado.  N. del E.)

 

Después fuimos al San Cristóbal, oímos misa al pie de la Virgen y anduvimos, conversando.  Día radiante.  Las cosas políticas me producen una agitación disonante que no podría soportar mucho tiempo.  Siento furor, rebeldía y asco ante todo.  Anoche insulté al desdichado X.X.X. alessandrista, comunista, idiota.  Los fracasados y los ineptos tienen razón en ser comunistas.  Es la losa común de los vencidos sin esperanza.  No les queda otra.  El repugnante cornudo, proxeneta. Me contestó.

 

 

29-VII-1935.  Lunes.

 

Es mucho lo que pienso en la muerte.  Parece que no estuviera lejos.  De pronto me asalta la impresión profunda de que todo lo que tenemos es prestado, provisorio y vivirá más que nosotros.  El estante, el catre, la radio que en este momento ejecuta a Bach, todo será cuando yo no sea, pertenecerá a otro, yo la habré dejado como una cáscara.  ¿Habrá otra vida?  El problema de los problemas.  Estamos condenados a no resolverlo.  Todas las noches, durante unos minutos, creo, rezo, me pongo en comunicación íntima con Dios y lo amo, confío en Él, vuelvo a la infancia, a mi padre, a mi madre, a mi tío Clemente.  Sí, esa es la verdad y los demás son sueños.  Eso es lo sólido, lo cierto, lo bueno.  Unirse al coro de las almas superiores que han creído y orado, de las que han sabido levantarse, de las que han visto más: de Shade, de Bach, de los santos. 

 

 

 

Siguen tocando música de Bach en la radio.  Escribo en cama.  ¡Qué vida!  Hago lo que quiero.  Es envidiable.  Alrededor del sitio ya hay plantadas madreselvas.  ¡Madreselvas en flor!  Fui a verlas esta mañana con PIm-Pin que se portó bien.  Leí en la Quinta, en el Parque.  No hice nada.  Y sin embargo, no estoy tranquilo, no paso tranquilo.  Una…ansiedad sorda, casi una angustia, un estado de disgusto, de suspensión del ánimo, una espera vaga, sensación de estar perdiendo el tiempo, deseo constante de irme al campo, a un convento, de abandonar la Crónica, las visitas a los amigos, todo.  Podría hacerlo; pero si lo hiciera me arrepentiría, estoy seguro.  El hábito, el claustro, el templo, el órgano, el incienso, el altar, el arco de medio punto… ¡Ay!